
Ni delincuentes, ni insolidarios, ni culpables de la transmisión del coronavirus.
Pero en esta época del coronavirus, en la que se busca contra reloj la vacuna y la cura, y mientras tanto la contención del contagio, ante la larga espera y sus devastadoras consecuencias sociales, es frecuente buscar culpables.
Algunas personas los están encontrando entre los jóvenes, que asisten a fiestas clandestinas sin mantener las oportunas medidas de seguridad, según se dice.
Otras los encuentran entre los llamados negacionistas, que niegan la gravedad de la enfermedad, cuestionan las medidas preventivas adoptadas, y hasta proponen tratamientos alternativos sin validez científica probada, según se les acusa.
Para otras personas son los gobiernos que quieren controlarnos, o las grandes farmacéuticas o multinacionales de otro tipo que buscan aumentar sus ingresos económicos y su poder, o hasta los medios de comunicación que se encuentran al servicio de unos y otras, según se afirma.
Para otras los culpables son los políticos, que no se ponen de acuerdo y tratan de obtener rédito electoral en un sucio juego de zancadillas y acusaciones, según parece.
Para muchos políticos los culpables son los otros políticos, los que tienen una diferente ideología y propugnan medidas diferentes, según da la sensación.
Y para cada vez más personas los culpables comienzan a ser los fumadores, que con su respiración contagian el coronavirus.
La afirmación anterior, tal cual, es falsa: Un fumador que no esté infectado por el coronavirus no contagia a nadie de coronavirus. Y la mayoría de fumadores no están infectados.
¿Por qué se ha prohibido entonces fumar en espacios abiertos siempre que no se mantenga una distancia mínima de 2 metros con otras personas?
Simplemente porque hay evidencia científica de que cuando una persona está infectada por coronavirus, su exhalación contiene gotitas o aerosoles que pueden estar cargadas del virus. Y si esas gotitas son inhaladas por otra persona podría contraer la enfermedad. Por ello, a menor distancia interpersonal mayor riesgo.
¿Y qué tienen que ver los fumadores en todo esto?
Si no están infectados por el virus, nada. Tan sólo aquellos fumadores que estén infectados, al igual que los no fumadores infectados, pueden transmitir la infección a través de su respiración.
Lo que sucede es que cuando una persona fumadora exhala el humo del cigarrillo (o de un cigarrillo electrónico o un vapeador) lo hace con más fuerza que en una exhalación habitual, por lo que las gotitas que hay en toda exhalación llegarán más lejos. Si está contagiado el riesgo de contagiar a otros por vía aérea es por tanto mayor. Máxime cuando para fumar tiene que quitarse la mascarilla. Además, el riesgo de contagiarse él mismo es mayor, pues para fumar se lleva constantemente la mano a la boca.
El mayor alcance de las gotitas o aerosoles contenidos en la respiración no es exclusivo de los fumadores: Las personas que están haciendo deporte, o un trabajo con esfuerzo, o tosiendo por cualquier motivo, lanzan sus aerosoles a una mayor distancia de lo habitual.
Entonces tiene pleno sentido adaptar las medidas preventivas para tales circunstancias, pues de lo que se trata es de prevenir contagios.
Y cualquier persona, fumadora o no, si está contagiada ha de evitar contagiar a otros, y si no lo está ha de evitar contagiarse a sí misma. Si eso implica guardar una mayor distancia cuando fuma en espacios abiertos, es de responsabilidad guardarla. Como lo es no toser hacia adelante cuando hay otras personas, o conservar las distancias cuando se hace deporte o esfuerzos.
Si no lo hace, entonces sí podremos decir que es insolidaria e irresponsable, y habrá quien esté de acuerdo en que se le apliquen medidas sancionadoras.
Pero si guarda las medidas preventivas, no le culpabilicemos simplemente por ser fumador, no le estigmaticemos, no le llamemos irresponsable o insolidario, pues no lo es.
He querido reflexionar sobre este asunto porque en las últimas semanas he percibido cómo se va consolidando esta idea del fumador-culpable o fumador-amenaza, ya sea en conversaciones y actitudes en la calle, o en ideas que se deslizan con cada vez mayor frecuencia en los medios de comunicación.
Como a tantas otras personas, me gusta sentarme en una terraza al aire libre a tomar un café o una cerveza de vez en cuando. No fumo; hace más de 8 años que dejé de fumar. No lo echo de menos; al contrario, me he olvidado por completo del tabaco. Pero quiero que ese espacio público pueda ser compartido por todos los que quieran disfrutar de él, los que no fumamos y los que fuman, los que tosen y los que no tosen, los que hacen footing y los que no lo hacen, los que hacen esfuerzos y los que están sentados o descansando.
Y si hemos de adoptar medidas preventivas, adoptémoslas, ya sea el uso de mascarillas, el lavado de manos, el mantener la distancia interpersonal, el no toser hacia adelante, el aumento de la distancia interpersonal cuando se fuma o se hace ejercicio o esfuerzos, o guardar la cuarentena cuando sea preciso.
Si lo hacemos así, somos solidarios, somos responsables. Si no lo hacemos, tanto si somos fumadores como si no, seremos insolidarios e irresponsables. Pero adviértase que un fumador que no guarda las medidas preventivas no es más insolidario que un no fumador que no las guarda: ambos son igual de insolidarios. Ni más ni menos.
Dicho esto, animo a las personas fumadoras a que tomen la decisión de dejar de fumar y, si no pueden por sí solos, busquen la ayuda que necesitan.
Por mi propia experiencia, y la de tantas personas a las que desde el año 2013 he ayudado a dejar de fumar, puedo asegurarles que si dejan de fumar bien no perderán nada, y todo serán ganancias. Y, por cierto, podrán seguir disfrutando del café o de la cerveza en una buena terraza, eso sí, ¡respetando las medidas preventivas necesarias!