
Para una persona fumadora dejar de fumar es tan urgente, y no volver a recaer tan importante, que sería de gran ayuda saber cuál es el mejor método para lograrlo.
Desde que en enero de 2013 comencé a ayudar a otras personas a dejar de fumar he conocido muchos métodos, algunos muy curiosos.
El que más me sorprendió rozaba lo paranormal. Alguien me dijo que había dejado de fumar fácilmente hacía muchos años, y que no había vuelto a echarlo de menos ni una sola vez. Como me había encontrado ya a varias personas que afirmaban lo mismo, cuyo método era, según decían, dejar de fumar de la noche a la mañana con fuerza de voluntad, le dije: “Con fuerza de voluntad, ¿no?”. «Qué va -me dijo-, fuerza tenía poca, y voluntad ninguna». Aquello conversación comenzaba a interesarme e intrigarme. “Cómo fue entonces?” le pregunte. La respuesta fue inesperada, aunque su expresión denotaba sinceridad: “Fui a un curandero. Me rezó y salí de allí sin fumar, hasta el día de hoy”.
Aunque me sorprendió, le creí. No obstante, continué intentando mejorar el Método Reset, en lugar de desarrollar la capacidad de curandero. De existir ésta, más que un aprendizaje quizá sea un don, pero eso ya es otra historia.
Muy pronto comprendí que la confianza que la persona fumadora tenga en un método, e incluso en la persona que pretende ayudarle , es fundamental. Hasta tal extremo creo que es así que puedo afirmar que por muy bueno que sea un método, si la persona no tiene confianza en él no le dará resultado.
Es el poder de la autosugestión, cuyos resultados son muy reales, y en muchos ámbitos de nuestras vidas, tanto para bien como para mal. Por eso, en la actualidad, cuando me preguntan qué método es el mejor, suelo responder: Aquel en que más confíes.
Pero aun siendo importante, para dejar de fumar no todo es cuestión de confianza y autosugestión. Como tampoco el problema de la dependencia del tabaco es sólo la adicción a la nicotina. Al contrario, es un problema complejo, que implica muchos otros factores, los cuales deberían ser tenidos en cuenta por cualquier método que pretenda ser efectivo.
Por una parte, implica el desarrollo de potentes asociaciones entre diversas circunstancias (situaciones, comportamientos y estados emocionales) y fumar. No importa cómo estén tus niveles de nicotina: Si estás en una circunstancia para ti asociada a fumar, sentirás deseo de fumar.
Asimismo, fumar adquiere para la persona fumadora importantes funciones, unas relacionadas con el disfrute, y otras con el desarrollo propiedades de recurso de ayuda (función ansiolítica, desinhibidora, relajante, estimulante, evasiva, compensatoria, incluso laxante). Sea lógico o no, fumar le hace disfrutar o le ayuda, y eso es lo que para el fumador cuenta.
De igual forma, la vivencia de tales funciones, lleva al desarrollo de ilusiones y creencias que, aunque erróneas, condicionan las percepciones que el fumador tiene y, en consecuencia, su funcionamiento psicológico, emocional y hasta fisiológico. No importa que fumar no ocasione objetivamente placer, la persona vive y funciona bajo la ilusión de que se lo proporciona, y para ella eso es lo real. Asimismo, no importa que no necesite fumar, la persona vive y funciona bajo la ilusión de que lo necesita (para lo que sea: para calmarse, para relajarse, para concentrarse, para divertirse… para lo que sea), y para ella será entonces necesario.
Hasta tal extremo son reales para el fumador sus ilusiones que si no tiene tabaco no disfruta, o se encuentra desvalido sin su recurso de ayuda, y entonces su deseo de fumar se intensifica. Y sólo cuando fuma puede aliviarlo y disfrutar o afrontar con seguridad sus problemas.
En consecuencia, otro de los aspectos a tener en cuenta es la amplificación del malestar que experimenta el fumador si siente deseo de fumar y no fuma. Amplificación que es ocasionada por la propia persona, con sus pensamientos negativos y exagerados, junto con otros procesos, y que puede llegar a niveles propios de un estado de ansiedad. Si bien la persona más que causante de su propio malestar se ve y se vive como víctima indefensa del mismo. Y ve en el tabaco a su salvador.
Y claro está, otro importante factor implicado, fruto de la natural tendencia a evitar el malestar y escapar de él, es el autoengaño. Éste permite al fumador continuar fumando, evitando así el malestar que le ocasiona no fumar; O volver a fumar, evitando de esa manera el malestar de echarlo en falta. Un extraordinario invento de nuestra mente que ha de ser tenido en cuenta, pues es sin duda la puerta de entrada al fracaso o la recaída.
Y para quienes han sufrido al intentar dejarlo y han fracasado en su intento, o han recaído tras haberlo dejado, implica el desarrollo de actitudes negativas en relación con dejar de fumar («es muy difícil», «hace falta mucha fuerza de voluntad», «implica pasarlo muy mal», «implica dejar de disfrutar»…), así como expectativas de fracaso en relación con futuros intentos. Y es bien sabido que las actitudes negativas y las expectativas de fracaso hacen prácticamente imposible el éxito.
Recapitulando, la dependencia del tabaco es un problema complejo que, además de adicción a la nicotina, implica al menos: hábitos y asociaciones, funciones de disfrute y ayuda, ilusiones y creencias erróneas, pensamientos negativos y exagerados, amplificación del malestar, incluso ansiedad, autoengaños, actitudes negativas, y expectativas de fracaso.
Por ello, para poder dejar de fumar más fácilmente, para siempre y sin volver a echar de menos el tabaco, es necesario tener en cuenta todos los factores implicados. Dicho de otro modo, se trata de un problema complejo que requiere un abordaje completo.
Cuando señalo que es complejo no quiero decir que sea difícil, tan sólo digo que hay que tener en cuenta su complejidad. Si se tiene en cuenta, entonces dejar de fumar es relativamente fácil.
El problema es que una gran mayoría de métodos y estrategias utilizados para dejar de fumar son muy parciales o incompletos, olvidando abordar y dar respuesta a varios de los importantes factores implicados en la dependencia del tabaco.
Así, encontramos métodos consideran que el problema es sólo la adicción a la nicotina, olvidando todo lo demás; en particular las asociaciones entre ciertas circunstancia y fumar, por citar sólo uno de los factores dejados de lado.
También encontramos métodos que se plantean como único objetivo dejar de fumar, olvidando las funciones de disfrute y de ayuda que el tabaco tiene para el fumador, así como la prevención de futuras recaídas. Tales olvidos hacen muy difícil si no imposible lograr su objetivo.
Incluso otros que se centran casi exclusivamente en la fuerza de voluntad como factor principal o único para superar el problema, olvidando el papel esencial que juega el deseo, el cuál surge de nuestro cerebro automático y, por tanto, es independiente de la voluntad.
Sin pretender realizar un análisis de los diferentes métodos, sí quiero responder a la pregunta que da título a este artículo, y que con mucha frecuencia me hacen: ¿Cuál es el mejor método para dejar de fumar?
Para dejar de fumar no sé cuál será. Para dejar de fumar más fácilmente y sin volver a echar de menos el tabaco, a lo largo de estos últimos 8 años he llegado a las siguientes conclusiones:
- El mejor método es aquel en que la persona más confíe. Dicho de otra forma, por muy bueno que sea, si no confías en él para ti no será de ayuda.
- La dependencia del tabaco es un problema complejo que requiere un abordaje completo. Cuantos más factores implicados tenga en cuenta un método mejor será.
- La meta no debería ser sólo dejar de fumar. Cuanto más enfocado esté un método a la meta de «dejar de fumar para siempre y sin volver a echarlo de menos» mejor será.
- Aunque humanos, somos distintos unos de otros en muchos aspectos. Y lo que para uno es útil, para otro puede que no lo sea. Si un método aborda bien los principales problemas que para ti ocasiona el intentar dejar de fumar (ansiedad, tristeza, dependencia física, pensamientos negativos, autoengaños, o lo que sea) será un buen método para ti, aunque no lo sea para otro. Y viceversa.
- Con independencia de la bondad intrínseca del método, un importante problema es que algunas personas no siguen las indicaciones que se les dan ni las técnicas que se les proponen, o las siguen a su manera. Cuanto más sencillas sean las indicaciones y técnicas, y mejor logre motivar para su cumplimiento, mejor será el método.
Dejar de fumar es tan urgente que no hay prisa. De lo que se trata es de que esta vez sea más fácil, sea para siempre, y no vuelvas a echarlo de menos nunca más. Por ello:
- Infórmate de los diferentes métodos.
- Elige aquél que te parezca más adecuado para ti y en el que más confíes.
- Pon una fecha de inicio para comenzar el programa.
- Mientras llega esa fecha, mentalízate y crea un fuerte anhelo de liberarte para siempre del tabaco. Esto es muy importante.
- Llegada la fecha, llueva o truene, comienza con ese método y sigue todos sus pasos e indicaciones, con ilusión y confianza. Esto es fundamental.
- Cuando encuentres dificultades, persiste. Esto es crucial.
Si lo haces así estoy seguro de que tendrás éxito. Y nunca sabremos si se debió al método o a ti, pero eso ya no tendrá importancia: ¡Lo importante será que respirarás aire puro con alegría, y será para siempre!