
Cuando una persona que nos importa fuma, queremos ayudarle a que deje de fumar, aunque no siempre sabemos cómo.
Dado lo perjudicial que es el tabaco y el daño que se está haciendo a sí misma, tememos por su salud y hasta por su vida, y tratamos de influirle para que abandone ese hábito tan dañino. El problema surge cuando la ayuda que proporcionamos no es útil para lograr el fin perseguido, e incluso no hace otra cosa que empeorar la relación con esa persona.
¿Qué solemos hacer? Lo que buenamente creemos que puede ayudarle, por supuesto que con la mejor de las intenciones. Por ejemplo, repetir a esa persona una y otra vez que tiene que dejarlo, recordarle los perjuicios del tabaco, escondérselo o tirarlo, vigilarle para que no fume y controlar si lo hace, enfadarnos, hacerle continuos reproches, amenazarle de diversos modos, y hasta castigarle de maneras diversas. En definitiva, presionarle para que cambie.
Incluso, cuando dice que va a dejarlo o que ya lo ha dejado, puede que le manifestamos de algún modo nuestra incredulidad en que sea cierto, o nuestra desconfianza en que vaya a lograrlo.
En realidad, no lo hacemos con mala intención. Esta incredulidad y desconfianza son, por lo general, el resultado de engaños pasados: Dijo que lo había dejado en más de una ocasión, y sin embargo seguía fumando a escondidas. O de fracasos reiterados: Intentó dejarlo en muchas ocasiones, pero siempre volvió a fumar. Aunque también son una forma indirecta de motivarle para que nos demuestre que estamos equivocados.
Lamentablemente, una y otra vez comprobamos que nuestra presión, incredulidad o desconfianza no logran el resultado pretendido. Podríamos desistir, dejarla a su suerte, darla como caso perdido, o hasta aceptar su tóxico hábito. Pero nos importa esa persona y su salud, por lo que seguimos intentando ayudarle. Y como desconocemos otros modos de hacerlo, insistimos una y otra vez en esa ayuda que no ayuda.
Esto es algo habitual en los seres humanos. Si algo no funciona, aplicamos la regla de más de lo mismo, pensando que el fallo estuvo en que lo que hicimos era lo adecuado, pero no hicimos lo suficiente. Sin comprender que en ocasiones lo acertado sería aplicar la regla de intenta algo distinto.
Te propongo que reflexiones sobre los siguientes principios, o ideas básicas no sólo para ayudar a otras personas a dejar de fumar, sino para convivir de forma más saludable y armónica con nuestros semejantes:
- No podemos cambiar a los otros. Tan sólo podemos, con mayor o menor dificultad, cambiarnos a nosotros mismos. Quizá nos parezca decepcionante, pero es una verdad que hemos de asumir con todas sus consecuencias.
Cada cual es responsable de su vida y de sus actos, y es decisión suya intentar cambiar o no. Lo que sí podemos hacer es manifestar a la otra persona nuestra disposición sincera para ayudarle si nos necesita.
- La ayuda para ser tal ha de ser útil para la persona que la recibe, y aceptada por ella. Si lo que proporcionamos a otra persona no es lo que necesita ni le ayuda, o incluso aunque lo fuera no lo quiere, será otra cosa pero no es ayuda.
Dicho de otro modo, no es nuestra buena intención la que ayuda sino el hecho de que lo que ofrecemos sea lo que esa persona necesita recibir, le viene bien y lo acepta. Por eso ayudar, además de corazón, requiere sabiduría.
- La motivación positiva es mejor que la motivación negativa. Y la motivación intrínseca mejor que la extrínseca. En definitiva, mejor la zanahoria que el palo, y mucho mejor aún si lo que nos impulsa es el logro de nuestros sueños y anhelos.
Por eso, para dejar de fumar la presión de las personas que el fumador tiene a su alrededor, su vigilancia y control, las amenazas, e incluso la insistencia en los riesgos para la salud, no son la mejor de las motivaciones. Cuando a pesar de la dificultad, la persona tiene la voluntad firme de lograrlo porque ella así lo quiere, y así lo ha decidido, y persigue sobre todo mejorar su calidad de vida, su salud, su energía, su libertad y su autoestima, estará impulsada por la más alta de las motivaciones, y podrá entonces alcanzar su propósito más fácilmente y con alegría.
- Con frecuencia es nuestra actitud lo que ayuda. Suele suceder que la ayuda que la persona necesita no es que hagamos algo o le demos algo, sino que creamos y confiemos en ella, sobre todo cuando tiene poca confianza en sí misma, está llena de dudas y temores, y no anda sobrada de autoestima.
El problema surge cuando, con motivos o sin ellos, no creemos y no confiamos en la otra persona. Entonces, aunque con palabras le digamos “Te creo, confío en ti”, nuestro lenguaje no verbal nos delatará, y el mensaje que recibirá será “No te creo ni confío en ti”. Por ello, olvidémonos de los intentos fallidos que esa persona tuvo en el pasado, y volvamos a confiar en ella cada vez como si fuera la primera. Es fácil de decir, aunque difícil de sentir. Pero al menos intentémoslo.
- Estar disponible es una excelente ayuda. No son pocas las ocasiones en que la otra persona no necesita la ayuda de nadie, necesita tan solo saber que si necesitara nuestra ayuda estaríamos ahí para dársela, incondicionalmente.
Por ello, recordarle que puede contar con nosotros cuando lo necesite y para lo que necesite, de forma incondicional, puede ser buena idea. Pero sin ser pesados ni intentar aprovechar la ocasión para meter baza.
Además de estas ideas básicas, te propongo las siguientes sugerencias prácticas para ayudar a es persona querida que fuma:
- Manifiéstale tu preocupación por los perjuicios del tabaco. Incluso puedes manifestarle lo importante que es para ti que tenga salud y no enferme. Pero no seas insistente ni agobiante.
- Hazle saber que comprendes lo difícil que le resulta deshacerse de ese hábito. Evita decirle que es un vicio, o que lo que sucede es que no quiere dejarlo, o que no tiene fuerza de voluntad. No hagas juicios de valor, simplemente comprende su dificultad, y manifiéstaselo.
- Exprésale tu disposición a ayudarle en la forma en que considere que puedes serle de ayuda. Que sepa que puede contar contigo de forma incondicional y sin reserva, cuando te necesite y para lo que te necesite.
- Si llega hasta tus manos información sobre algún tipo de método o estrategia que crees que podría serle de ayuda, ofrécesela. Pero no te dediques a buscarle información y remedios, ni a atosigarle con ellos. Tampoco te encargues tu de inscribirle a programas para dejar de fumar: Son gestiones que corresponden a esa persona.
- Si te manifiesta que en cierta fecha lo dejará o acudirá en busca de ayuda profesional, exprésale tu alegría sincera, así como que confías en que lo hará, recordándole que puede contar contigo si lo necesita.
- Si te dice que lleva cierto tiempo sin fumar, hazle saber que le crees, y manifiéstale igualmente tu alegría y tu confianza en que lo logrará.
- Si tras llevar unos días o semanas sin fumar te dice que ha fumado, manifiéstale comprensión y dale ánimo para que sólo sea un tropiezo del que pueda levantarse cuanto antes. Incluso, si se encuentra receptiva y quiere hablar, puedes ayudarle a expresar qué fue lo que le llevó a fumar, cómo se siente y de qué manera podría salir más fortalecido de esta experiencia. Pero no hagas de terapeuta: Lo que necesita de ti es consuelo y ánimo, no terapia.
- Si te dice que no fuma, pero descubres que lo hace a escondidas, transmítele de algún modo que no necesita esconderse de ti, que no vas a hacerle reproches, ni a tomar represalias, ni a retirarle tu afecto, ni a perder tu confianza. Cuanto más se oculta un comportamiento más poder tiene sobre la persona. Puedes ayudarle a que ese poder se desinfle si con tus palabras y tus hechos le demuestras que no necesita ocultarlo.
En definitiva, no hagas de su adicción tu batalla. Es la suya. Aunque tu puedes estar a su lado, darle ánimo, transmitirle confianza, escucharle sin juzgar, consolarle en sus caídas, y celebrar sus victorias.
Nadie es perfecto, ni ha llegado ya a la plenitud de su desarrollo, o al logro de todas sus metas. Por ello, seguramente tú tienes tus propias batallas que librar, y propósitos de vida que alcanzar: ¡Céntrate en ellos! Hacerlo así tal vez te convierta en la mejor de las ayudas para las personas que caminan junto a ti.
En cierta ocasión me encontraba hablando con un marido que quería que su esposa dejara de fumar, y la presionaba de diversos modos, hasta tal punto que la relación se había vuelto casi insoportable. Tras hacerle algunas sugerencias como las que antes he señalado, me dijo: “Si no te estoy entendiendo mal, lo que quieres decirme es que para ayudar a mi mujer tengo que dejar de ayudarla, ¿no es eso?”
“Podría ser eso, le respondí. Aunque preferiría decirlo de esta otra forma: Si lo que crees que ayuda a tu mujer en realidad no le ayuda, no sigas por ese camino. Ya has comprobado que, a pesar de tu insistencia, presión, amenazas, reproches y control no deja de fumar, y en cambio vuestra relación se deteriora. ¿Por qué llamas ayuda a algo que no le está ayudando? No le llames ayuda a lo que haces, llámale por su nombre: Presionar, amenazar, enfadarte, vigilar, reprochar… Entonces, cuando llames a las cosas por su nombre, quizá comprendas que no estás ayudando. Y como quieres a tu mujer y te importa su salud, es posible que entonces comiences a buscar la forma en la que poder ayudarle”.
En otra ocasión, en una circunstancia similar, otra persona me dijo: “Todo eso está muy bien. Pero al final aquí parece que la mala soy yo. ¿Es que no tengo derecho a tener un marido que no fume?”.
¿Qué podía decirle yo? Claro que tenía ese derecho. Pero esa ya es otra historia, que va más allá de cómo ayudar a una persona querida a dejar de fumar, y que tiene que ver con cómo ayudarme a mi misma-o cuando tengo un ser querido que fuma y no quiere dejar de fumar.
Para finalizar, señalaré que en un artículo anterior, Buenos motivos para dejar de fumar, y motivos no tan buenos, puse el acento en la otra parte, en la de la persona fumadora que se siente presionada, sugiriendo algunas ideas útiles para encontrar una buena motivación para dejar de fumar. También hacía algunas sugerencias para manejar esas presiones de sus seres queridos (comprensibles, pues nacen de su amor y preocupación), ayudándoles a transformarlas en una ayuda útil.
Con frecuencia nuestros seres queridos solo necesitan que confiemos en ellos, y saber que estaremos disponibles si nos necesitan