
Para dejar de fumar cualquier motivo puede ser bueno, pero para olvidarse para siempre del tabaco no todos los motivos valen.
Un motivo es un argumento o razón que justifica tomar la decisión de hacer algo o dejar de hacerlo. En nuestro caso, dejar de fumar.
Entre los motivos habituales se encuentran: evitar el riesgo de enfermedades y limitaciones asociadas al tabaco, dejar de gastar una cantidad importante de dinero, liberarse de la esclavitud del tabaco, mejorar la imagen y aspecto personal, tener salud para poder cuidar de seres queridos, o ser un buen ejemplo para otros (por ejemplo, hijos, alumnos o pacientes).
Además de estos motivos comunes, encontramos motivos particulares. Por ejemplo, una persona a la que le gusta hacer deporte quizá quiera dejar de fumar para no asfixiarse cuando lo practica, o estar más en forma. Alguien que ha perdido a un ser querido debido a un cáncer quizá sienta odio hacia el tabaco y quiere evitar correr su misma suerte. Alguien cuya profesión le lleva a estar expuesto al público tal vez quiera evitar la crítica, o incluso la pérdida de votos o clientes. Etc.
Tener un motivo, o incluso haber tomado ya una decisión coherente con el mismo, no implica necesariamente llevarla cabo. Así, a pesar de los muchos e importantes motivos que alguien pueda tener para dejar de fumar, puede posponer una y otra vez el momento de comenzar, puede abandonar el proceso de dejarlo al encontrar dificultades, o incluso auto-engañarse y volver a fumar tras haberlo dejado.
Pero si el motivo es de peso, si tiene para la persona la suficiente importancia, le incitará a comenzar, le motivará para persistir, y le ayudará a no recaer. En definitiva, un buen motivo es una valiosa energía impulsora, que lleva a querer algo (dejar de fumar), y a no escatimar esfuerzos para lograrlo.
En cambio, si una persona no tiene motivos para hacer algo, o éstos son de escasa importancia para ella, no se sentirá impulsada a hacerlo, y muchos menos para persistir si se presentan dificultades. Sencillamente, no lo querrá y, en consecuencia, no se implicará .
No obstante, a pesar de su importancia, hay motivos que son poco o nada útiles, sobre todo si lo que se pretende es olvidarse para siempre del tabaco.
La afirmación anterior es especialmente cierta cuando se trata de motivos que no surgen de la propia persona, sino que tienen su origen en la presión que otros ejercen sobre ella para que haga algo que ellos quieren que haga (que deje de fumar), pero que ella no quiere (pues quiere seguir fumando).
No importa si lo que esos otros quieren es lo mejor para la persona y por su bien: Si no es lo que la persona quiere no lo hará, y si lo hace será bajo presión y para evitar las consecuencias negativas (insistencia fastidiosa, discusiones, reproches, amenazas…), pero no por propia voluntad. Por ello si es que deja de fumar bajo esa presión, cosa harto difícil, lo echará de menos, estando en riesgo de volver a fumar.
Además, las personas que se sienten presionadas para dejar de fumar con frecuencia fuman a escondidas, aprovechan cualquier excusa para sabotear el proceso, o vuelven a fumar si la presión aminora o cesa.
Si eres fumador busca tus motivos para dejar de fumar, escríbelos incluso, si te ayuda ponlos en un lugar bien visible, y sobre todo dales importancia, mucha importancia, para así aprovechar la energía, motivación y empuje que pueden aportarte para iniciar el proceso de dejar de fumar, por tu propia voluntad y porque es lo que tú quieres.
Y si la cosa se pone difícil, vuelve a tus motivos y persiste. Y si ya dejaste de fumar, pero en alguna ocasión sientes que un autoengaño comienza a nublar tu razón, vuelve a tus motivos para que aporten luz a la momentánea oscuridad de tu mente.
De igual forma, si te sientes muy presionado por otros para dejar de fumar pero quieres seguir fumando, no te precipites en intentar dejarlo para evitar esa fastidiosa presión o las consecuencias negativas con que te amenazan. De poco te servirá comprometerte a dejar de fumar o incluso iniciar un tratamiento por complacerles (¡o por no oírlos!), si luego vas a estar fumando a escondidas, o buscando pretextos para abandonar el tratamiento, o incluso sin fumar pero echándolo de menos, ansioso y malhumorado.
Ten en cuenta que la decisión ha de surgir de tu propia voluntad, que para tener éxito en el propósito de dejar de fumar eres tú quien ha de querer dejarlo, que los motivos para dejar de fumar han de ser tus motivos, no los motivos de otros (por muy buenos y razonables que éstos sean), ni por complacerles o por temerlos.
Por ello, date un tiempo para reflexionar con calma, para buscar con honestidad tus propios motivos (¡te aseguro que los tienes y que no son pocos!), para desenmascarar las excusas y autoengaños con que te ocultas a ti mismo tan importantes y hasta urgentes motivos.
Quizá te ayude hablar con sinceridad con esas personas queridas que te presionan, para que sepan que se trata de una decisión importante, y que quieres hacer las cosas bien para no fracasar en el intento cuando decidas intentarlo. Agradéceles su preocupación por ti, pero diles que la presión, las discusiones, los reproches, el control o las amenazas, aunque comprendes que son bienintencionados, no te ayudan sino todo lo contrario. Comprométete a comenzar cuando te sientas preparado, y a decirles cual es la mejor forma en que podrán entonces ayudarte.
Y, por supuesto, no utilices la presión de los demás como excusa para ejercer tu libertad de fumar, convirtiéndola así en un motivo para seguir fumando. O no te des ese tiempo de reflexión y maduración de tus motivos como pretexto para dilatar sine día el momento de dejarlo, o como una forma de escapar de la presión, pero sin intención alguna de cumplir aquello a lo que te hayas comprometido. Sé sincero contigo mismo y con tus seres queridos.
En un próximo artículo propondré algunas orientaciones para quienes no son fumadores pero quieren ayudar de forma útil a una persona fumadora.